miércoles, septiembre 28, 2011

Inside Job

Acabo de ver "Inside Job". Hacía tiempo que quería ver este documental, pero por una razón o por otra no había tenido la oportunidad. Sinceramente, no me ha decepcionado. En él hay algunas ideas sobre las causas de la crisis económica que nos asola que no había escuchado previamente.

Por momentos he sentido indignación al escuchar las explicaciones de qué pasó y cómo se llegó a ese punto. Explicaciones dadas en algunos casos por los que ocupaban puestos de relevancia en los bancos, aseguradoras y otras instituciones que tuvieron que ser rescatadas para tratar de evitar el colapso del sistema. No obstante, es más la preocupación que siento que la indignación ahora que he terminado de ver el documental.

Preocupación, sí, cuando se ve como reputados economistas y profesores de prestigiosas universidades, no han tenido reparos en "amoldar" sus opiniones para que coincidieran con las de los que les pagaban, (muy generosamente por cierto), sin importar el rigor de lo que se decía, ni la colisión de intereses que obviamente existía.

Preocupación porque, a pesar de que todos los expertos (los que fueron honestos y los que no), han coincidido en señalar el papel culposo de las agencias calificadoras en toda esta tragedia, éstas siguen campando a sus anchas sin que se les haya puesto coto.

Preocupación por una de las conclusiones que saca el documental: Hasta la fecha no se han implementado medidas para controlar las prácticas que llevaron a algunos bancos a la bancarrota y a muchos otros al borde de ella. Por si esto no fuera suficiente, dado que muchas entidades financieras compraron o absorbieron a otras en peligro, ahora su tamaño es mayor que el que tenían antes de la crisis, por lo que el riesgo es más grave ahora que antes.

Preocupación, finalmente, porque muchas personas que ocupan cargos de responsabilidad en instituciones públicas, en realidad son antiguos directivos o asesores de entidades financieras que estuvieron a punto de ser aniquiladas por su mala gestión. No creo por tanto que cumplan con su obligación de velar por el buen funcionamiento de la economía, ni que vayan a llevar a cabo acciones dirigidas a impedir que se repita el desastre en el que vivimos.

Creo que es evidente que no se me ha quedado buen cuerpo cuando he terminado de ver el documental. He acabado con la sensación, casi certidumbre, de que todo esto se va a volver a repetir. ¿Alguien se acuerda de aquello que se dijo de refundar el capitalismo? ¿Alguien se acuerda de cuando se dijo que se iba a acabar con la desregulación de los mercados? Parece que no, que en realidad la culpa era de los estados y el déficit por el dinero que se gastan en educación y sanidad.

miércoles, septiembre 21, 2011

Campanas

Echo de menos el repique alegre de las campanas. Sé que es una tontería pero hace unos días, hablando con mi madre por teléfono, oí a través del auricular el estruendo que emiten las del Convento de la Encarnación, próximo a mi casa, y recordé que ni primero en Murcia capital, cuando tuve mi residencia allí, ni ahora en Aranjuez, donde vivo, se oyen las campanas con la intensidad que lo hacen en mi pueblo.
Para mi Septiembre es un mes un tanto triste, sin embargo la melancolía que suele acompañarle se ve mitigada en mi pueblo por el volteo de las campanas que anuncian, bien la bajada del Divino Niño desde el paraje del Balate, bien la inminencia de las fiestas patronales.
En mi memoria su repique enfurecido se ha relacionado con acontecimientos alegres, con experiencias vitales que guardo con el más hondo cariño. Asociado a su sonido está mi primer colegio, situado precisamente en el Convento de la Encarnación. Su tañer trae a mi memoria largas noches, como aquella madrugada de un 22 de Septiembre en la que un grupo de amigos subimos a la ermita del Carmen a voltear sus campanas, que en aquel momento todavía eran manuales. Es su sonido el que anuncia el nacimiento de Jesús en Navidad o el que pregona a los cuatro vientos la Resurrección de Cristo durante la Vigilia Pascual de Sábado de Gloria. Son las campanas también las que marcan el inicio de la procesión de Domingo de Resurrección en la que salgo de andero. También, como olvidarlo, repicaban en la iglesia de Santo Domigno cuando comenzó la ceremonia de mi boda.
Habiendo cinco iglesias, cuando todas ellas las voltean al unísono su sonido lo inunda todo. Es imposible no oírlas. Para bien y para mal: No ha sido la primera vez que me han despertado y, sinceramente, en ese preciso momento no me gustaron tanto.
Asociados a las campanas, aunque en un segundo plano, tengo que incluir a las tracas y cohetes. La pólvora suele ser el acompañante de éstas en muchas ocasiones. Es cierto que su ruido es seco, nada musical, pero son el contrapunto constante en la demostración de alegría y alborozo de mi pueblo.
Muchos muleños, al preguntarles qué sonido identificaría a nuestra ciudad, dirían sin la menor de las dudas que el redoble de los tambores. No es mi caso, tengo que reconocer que nunca me he definido como un gran tamborista. Si quiero mantenerme fiel al recuerdo que guardo, es el repique de las campanas el que revive en mí más claramente la imagen de Mula.

viernes, septiembre 16, 2011

Coches autoconducidos

Juan acababa de salir del muelle en el que había sido botado el último barco (un submarino) en el que había trabajado como ingeniero. "¡Menudo calor!" Pensó, y es que, a finales de Mayo, en Cartagena, el Sol puede ser implacable, así que mientras entraba en su coche no pudo más que acordarse de las dos cervezas bien frías que se había tomado durante el aperitivo ofrecido justo después de que se lanzara el submarino al agua.
"¡Viernes!" Pensó, y como forma de relajarse después de los nervios de estas últimas semanas, nervios, por otra parte normales cuando se acerca la fecha de finalización de cualquier proyecto, pensó en salir a comer fuera. Así que, mientras el coche avanzaba, llamó a su mujer: "Cariño, ¿Qué tal si salimos a comer? En media hora estoy en Mula". Con la respuesta afirmativa de su mujer enfiló la autovía que une Cartagena con Murcia.
"Media hora, para eso, entre otras cosas, se supone que vale un coche como éste, ¿no?" se dijo. Ciertamente media hora no se puede decir que fuera mucho, sobre todo teniendo en cuenta que la velocidad para la que fue pensada la autovía permitía hacer el viaje realmente en una hora y cinco minutos.
Sin detenerse mucho en eso se dispuso a leer las noticias, empezando por las regionales: "Despedidos los últimos conductores de autobús de la Empresa Municipal de Transportes." Decía el titular. Justo en aquél momento Juan recapituló: "Dos cervezas, leyendo y a 210 por la autovía, si esto lo hubiera hecho hace diez años me hubieran metido de cabeza en la cárcel".
Esbozó una amplia sonrisa y se acordó de la noticia que se había encontrado, casi de casualidad, en uno de los periódicos digitales que leía hace 15 años: "Nevada legaliza el coche que se conduce solo".  ¡Toma ya! Hubo dos cosas que en aquel momento le llamaron la atención:
La primera, obviamente, el que ya existiera la tecnología necesaria para que un coche pudiera, de forma segura, circular por una vía pública sin que hubiera una persona al volante.
La segunda, que fuera Google la empresa que estaba detrás de esta noticia. Juan recordó el proceso de división en el que se encontraba la empresa. El éxito en el que había cabalgado Google desde que lanzara su omnipresente buscador había provocado que su tamaño la hubiera convertido en un monopolio de facto en más de un sector económico, acumulando un poder inusual, algo que las autoridades de defensa de la competencia y los políticos en general no estaban dispuestos a seguir permitiendo. La consecuencia era que los tribunales se encontraban en pleno proceso de segregación de Google en múltiples compañías más pequeñas que la original.
Google había tenido competencia en el desarrollo de su coche sin conductor, pero como había pasado antes, sus impresionantes beneficios le habían permitido marcar un ritmo de desarrollo que a otros les era imposible mantener. En gran medida, parte del desbocado crecimiento de la empresa de Mountain View se había debido a esta revolucionaria tecnología que permitía a Juan estar sentado en su coche como si estuviera en un salón. De hecho, el asiento en el que se encontraba se parecía más al sillón de su casa que al de los antiguos coches conducidos "manualmente".
Otra característica que ayudaba a que el habitáculo del coche pareciera más la habitación de una casa era el parabrisas. Gracias al grafeno el parabrisas ahora podía utilizarse como una enorme pantalla. Juan todavía se acordaba de aquel vídeo que se encontró en Youtube algunas semanas después de leer la noticia del "Coche Google" en las que Microsoft mostraba algunas de las futuras aplicaciones en las que después se utilizó este material. Sin duda, una vez más, la realidad, 15 años después, volvía a superar a la ficción.
Y lo cierto es que la realidad había sido bastante cruel. A parte de la comodidad que suponía el no tener que ir pendiente del volante, la seguridad se había incrementado drásticamente. A los dos años de haberse autorizado en España la circulación de coches "autoconducidos" todavía no se había registrado ningún accidente mortal achacable a los vehículos. Esto había provocado que el gobierno implantara un calendario que incluía la prohibición de la venta de coches que no fueran conducidos automáticamente en tres años. El resultado es que los taxistas vieron peligrar su medio de vida, pero por mucho que protestaron su final estaba escrito, apenas 2 años después (siete desde la introducción de estos nuevos vehículos), este gremio había desaparecido.
Siguieron su misma suerte los camioneros. Al principio la normativa estipulaba que los camiones debían llevar al menos un "conductor" para que supervisara su funcionamiento, pero pronto se vio que esa medida era innecesaria y tras las oportunas presiones de la patronal, se autorizó a que los camiones circularan sin ningún chófer a bordo.
Finalmente les llegó también el turno a los conductores de autobús. Quitar a estos profesionales se había vuelto algo más complejo. La gente no dejaba de ser reticente a eso de montarse en un vehículo de ese tamaño sin que hubiera alguien al mando; pero cuando todo el mundo se acostumbró a ir en coches particulares sin prestarle la más mínima atención al volante, la suerte de los conductores de autobús también estuvo echada.
Incluso transportes como el tren o el avión se habían visto resentidos. La razón es que con la seguridad que daban los nuevos coches, rápidamente se vio la posibilidad de subir la velocidad máxima autorizada en carretera. Un automóvil conducido por un ordenador podía ahora alcanzar legalmente hasta 210 km/h. Además, teniendo en cuenta que el coste por kilómetro se había encogido dramáticamente gracias a la sustitución de la gasolina y el gasóleo por baterías eléctricas más ligeras y eficientes, resultaba más barato el coche que el tren o el avión para distancias medias.
Casi sin darse cuenta, Juan ya había llegado a su destino. El automóvil había parado justo delante del restaurante en el que había quedado. Antes de bajarse, de viva voz, le ordenó al coche que fuera al garaje y que aparcara allí. Abandonó el vehículo y mientras observaba como éste se encaminaba autónomamente hacia su destino, ya sin nadie en su interior, apareció su mujer. "¿Podríamos ir a Murcia después de comer?" le preguntó su esposa, "Por mi vale" respondió, total, el único esfuerzo que tendría que hacer es decirle al coche, a través de la aplicación que le habían instalado en el teléfono móvil cuando lo compró, que pasara a recogerlos al restaurante.

miércoles, septiembre 07, 2011

A vueltas con la crisis

Hoy me va salir una entrada político-económica. Sí ya sé, otra vez ¡Qué casualidad! Pero antes de pasar al tema central que me ocupa os pediría que leyerais el siguiente artículo de Escolar. Creo que es muy clarificador sobre cuales son las prioridades de algunos políticos, más preocupados de su imagen que de cosas tan intrascendentes como la educación.
He tenido la suerte de tropezarme con una explicación bastante buena sobre alguna de las causas de esta maldita crisis económica que nos azota. Podéis verla aquí, y os recomiendo vivamente su lectura. Sin duda lo que más me ha llamado la atención ha sido esta gráfica que saco del artículo que os comento:




Básicamente, lo que he podido entender de la explicación que da el autor es que, mientras que la productividad y los salarios fueron creciendo a la par hasta aproximadamente comienzos de la década de los 70, a partir de esa fecha se rompe esa relación. La productividad (la riqeza que genera cada trabajador) sigue creciendo, pero eso no se traduce en un incremento de los ingresos de los asalariados. ¿A dónde va entonces el incremento de beneficio? Pues únicamente al capital, es decir, a los empresarios e inversores.
La conclusión que saco, si no he entendido mal, es que lo que muchos economistas y muchos políticos tratan de vendernos: que es necesario incrementar la productividad para poder mejorar los salarios y las condiciones laborales, es falso, ya que el cápital se las ha ingeniado para quedarse con todos los aumentos de productividad que se producen.
Además, la actual crisis tiene en parte su origen en el hecho de que como los salarios no han crecido conforme lo ha hecho la productividad, los trabajadores hemos tenido que recurrir al préstamo para poder  consumir y tirar de industrias como el automóvil o la construcción. Es decir, que en lugar de darnos el dinero que hemos generado vía sueldo, como sería lo justo, lo hemos recibido via deuda (créditos al consumo y/o hipotecas).
En vez de pagar con nuestros ahorros nuestra casa (como curiosamente hicieron nuestros padres), hemos tenido que pagarlos con deuda (via hipoteca), porque la parte del pastel que nos correspondía como trabajadores nos la han virlado. Cuando se produce entonces una recesión, el cataclismo es mayúsculo, porque los trabajadores (ojo, entiéndase por trabajadores a las clases medias en general), no pueden devolver el dinero que les prestaron (colapso financiero) y tampoco pueden seguir comprando (hundimiento del consumo). Esto curiosamente, es lo que parece que está pasando.
Supongo que habré entendido mal muchas cosas, no soy economista y mi inteligencia es limitada, por eso insisto en que lo mejor es os leais el artículo para que os quede todo más claro. Además, en él se explican mejor detalles que ayudan a entender mejor lo que está pasando.
Finalmente, si parte del origen de la crisis es tal y como yo he deducido de lo que he leído, tengo más argumentos para no fiarme ni un pelo de las medidas que algunos pregonan a los cuatro vientos sobre contención salarial. No sé como puede alguien tratar de convencerme de que MI economía irá mejor conteniendo MI salario. Probablemente a alguien le beneficie eso, pero desde luego no al que esto escribe.